"Quien se pronuncia por el camino reformista en lugar de y en oposición a la conquista del poder político y a la revolución social no elige en realidad un camino más tranquilo, seguro y lento hacia el mismo objetivo, sino un objetivo diferente: en lugar de la implantación de una nueva sociedad, elige unas modificaciones insustanciales de la antigua." Rosa Luxemburgo

domingo, 12 de septiembre de 2010

“El G-20 no sintió la presión social necesaria como para cambiar la lógica neoliberal”

     Entrevista a Eric Toussaint, presidente del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo, quien llegó a la Argentina para participar de un encuentro de economistas y cientistas sociales y sostiene la necesidad de regular el sistema financiero para dar otra salida a la crisis internacional.

Eric Toussaint es una de las voces europeas que no se cansó de reclamar cambios en el sistema económico. El politólogo belga fue en los ’90 uno de los que reclamaba el fin de las políticas ortodoxas que el FMI pregonaba y garantizaba para los países periféricos.
Ahora, le toca ver de cerca la llegada de esas propuestas de ajuste en su propio territorio:?“En Europa ocurre algo a lo que la población argentina ya fue acostumbrada y es que los gobiernos nacionales se someten a acuerdos con el FMI, que exige medidas de austeridad antisocial. Eso no había ocurrido en los últimos 30 años”.

Dice que el G-20 sólo hizo una gambeta y volvió a correr por el lado de la ortodoxia pero advirtió que en el Viejo Continente se vive “una situación explosiva”. Asegura que lo que ocurra en las calles será definitorio para que se apliquen políticas distintas o más de lo viejo.

–En medio de la crisis, el G-20 sugirió que podría tomar un rumbo heterodoxo, que podría avanzar la reglamentación del sistema financiero, pero quedó en enunciaciones ¿Fue apenas una concesión discursiva?

–Sí, creo que los países del G-7, el real núcleo de decisión, en medio de la crisis que explotó en los Estados Unidos y en Europa tuvieron que ampliar el círculo a China, Brasil, la India y la Argentina. Y era vital dar algo de legitimidad a un círculo que era responsable de la crisis mundial. Necesitaban el apoyo de China, que tiene las mayores reservas financieras en divisas a nivel mundial. Pero en realidad no tienen como perspectiva regular a los mercados. Creo que en algún momento lo han imaginado porque estaban aterrorizados por la perspectiva de grandes luchas sociales en América del Norte y Europa, pero las reacciones sociales fueron bastante limitadas.

–¿Por qué que en los países industrializados, a pesar de que la crisis golpeó con fuerza, no se produjeron grandes movilizaciones?

–El movimiento obrero está muy limitado por treinta años de neoliberalismo y un alto nivel de precarización del trabajo. Y se combina con el hecho de que las direcciones sindicales están muy integradas y son muy solidarias de los gobiernos. No hay a nivel sindical la misma disposición que había en los años 50 y 60 a cuestionar el sistema. El movimiento sindical se limita a esperar que la tormenta pase y limitar el costo social, pero sin convocar a los trabajadores y desempleados en las calles. El 29 de septiembre una marcha europea, convocada por los sindicatos de la Unión Europea, y habrá huelgas, pero eso ocurre dos años después de la crisis.
El G-20 no tiene como perspectiva regular a los mercados y mi explicación está en que no hubo una presión social suficientemente fuerte, los gobiernos siguen exactamente en la misma lógica neoliberal que prevalecía antes de la crisis. Es como si no hubiera existido la crisis ni sus causas. Ni una medida para limitar los bonus de los traders, ni un control sobre capitales especulativos, ni sobre los paraísos fiscales. Seguimos en la misma lógica desregulación total.

–Países europeos, autodefinidos como socialistas o progresistas, insistieron con medidas ortodoxas y decidieron sostener a los bancos en lugar de a sus poblaciones. ¿Por qué insistieron con las mismas recetas que provocaron la crisis?

–Estos partidos socialistas o el laborista británico realmente querían presentarse como los mejores gestionadores de la crisis y demostrar a las clases dominantes locales, a los mercados financieros internacionales que son responsables y garantizan la paz social en el sistema, y que a los tenedores de bonos y a los grandes bancos les garantizan restablecer su tasa de ganancia. Esa es su preocupación principal. Ni siquiera se preocupan por proteger a los que los votan y eso fue lo que hizo José Luis Rodríguez Zapatero cuando pidió disculpas por las medidas que iba a tomar.

–Usted dice que hubo una “salida capitalista” a la crisis, ¿cómo sería una salida distinta?

–Implicaría romper con la lógica capitalista y transferir hacia el dominio público sectores fundamentales de la economía como los bancos. Es obligación de los bancos tener un sector financiero de crédito en mano de los poderes públicos y bajo el control ciudadano para tener un instrumento de inversión.

–¿Sería correcto que se defina al sistema financiero como de “servicio público” y condicionar su funcionamiento para que destine parte de sus fondos a financiar la producción?

–Por supuesto. Es una propiedad pública, por eso hablo de expropiación. Además, en el caso de América latina, si se ven los resultados de BBVA y Santander es claro que sus ganancias vienen principalmente de América latina y sus gobiernos tendrían que tomar medidas para que no salgan esas ganancias hacia los accionistas de afuera, sino que la banca privada sea expropiada y quede al servicio de un desarrollo integral a nivel latinoamericano. Por eso es importante el Banco del Sur, que tuvo un acuerdo fundacional en diciembre del 2007 pero aún no inició su actividad. Se está perdiendo un tiempo que hubiese sido muy importante utilizar para tener una solución financiera regional.

–¿Cuáles son las similitudes entre Europa y América latina frente a la crisis?

–A nivel de las causas hay similitudes.?En los ’90 se aplicaron en la Argentina políticas de privatizaciones, reforma tributaria para favorecer a los más ricos y a las transnacionales y reducción de ingresos fiscales y una obligación de financiar el Presupuesto con deuda. Este escenario se reprodujo en Europa, que en el inicio del 2000 los gobiernos aumentaron la deuda pública para financiar el presupuesto del Estado porque bajaban los ingresos provenientes de las empresas privadas .
Además, lo que ocurrió en América latina es que quebraron bancos privados y las deudas de los bancos privados se convirtieron en deuda pública. Hubo una socialización de las pérdidas. Eso ocurrió en los Estados Unidos a partir del 2007 y después vimos el rescate bancario que se hizo a costa del presupuesto público. Se inyectaron miles de millones de dólares en las cuentas de los bancos en bancarrota.
Ahora en Europa ocurre algo a lo que la población argentina ya fue acostumbrada y es que los gobiernos nacionales se someten a acuerdos con el FMI que exige medidas de austeridad antisocial. Eso no había ocurrido en los últimos 30 años. Eso es lo que ocurre en Grecia, Rumania, Bulgaria y pronto en España, porque el FMI está influyendo sobre el gobierno de Zapatero. Eso en Europa era desconocido. La lógica es siempre la misma: reducción salarial, privatizaciones, reducción de gasto público, aumento de la edad jubilatoria, despidos masivos.
Es una nueva ola neoliberal muy fuerte. Lo nuevo es que las reacciones de los sindicatos son tímidas pero el descontento popular es altísimo. Tenemos una situación explosiva. Tenemos que ver qué va a ocurrir en los meses y años que vienen. Hay probabilidad de estallidos en Europa.

–El Gobierno argentino realizó un canje de la deuda en default, ¿fue una decisión correcta?

–La decisión de suspender el pago de la deuda para crear empleo en la Argentina fue una iniciativa muy importante, que mostró que un país puede negarse a pagar los bonos y gracias a esto volver a un crecimiento económico como ocurrió en la Argentina a partir del 2004, que creció al 8% anual. Lo que me parece desafortunado es el canje de deuda, que implicó cambiar antiguos bonos por nuevos bonos a una tasa de interés que significó una condición muy desfavorable para la nación argentina.
Habría sido más positivo, mientras se suspendieron los pagos, hacer una auditoría de esos bonos y determinar la parte ilegítima de esa deuda para repudiarla y denunciarla. Eso habría sido tomar una decisión soberana.

Fuente: El Argentino, 09-09-2010