"Quien se pronuncia por el camino reformista en lugar de y en oposición a la conquista del poder político y a la revolución social no elige en realidad un camino más tranquilo, seguro y lento hacia el mismo objetivo, sino un objetivo diferente: en lugar de la implantación de una nueva sociedad, elige unas modificaciones insustanciales de la antigua." Rosa Luxemburgo

viernes, 2 de marzo de 2012

Es tiempo de crisis, es tiempo del cambio!

por Verònica Gisbert Gracia
PATAS ARRIBA 

Todos los días en los noticiarios, en las calles, en nuestros trabajos, en el vecindario, no paramos de escuchar: ¡Es tiempo de crisis! Pero, ¿de qué crisis nos hablan?

¿Nos hablan de la crisis de la deuda que hace décadas sufren millones de personas en los países del Sur global, consecuencia de las destructivas políticas neoliberales aplicadas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional para hacer frente a deudas ilegítimas e incluso odiosas? O ¿se refieren a la crisis alimentaria consecuencia de la especulación con cereales y otros alimentos básicos? Vivimos en la época histórica de mayor sobreproducción de alimentos y, al mismo tiempo, es el momento que más personas sufren desnutrición crónica e incluso, que más gente muere de hambre. Especialmente afectadas por esta situación de carestía son las mujeres y la niñez, aunque, paradójicamente, ellas son las encargadas, en más de un 50%, de la producción agrícola mundial.

¿Nos hablan de la profunda crisis ecológica y energética que hace años es denunciada por los movimientos ecologistas y el campesinado en todo mundo? Una crisis medioambiental derivada de la puesta de unos ecosistemas finitos al servicio de un sistema económico y social basado en la acumulación ilimitada.

¿Nos hablan de la crisis de los principios y valores que hasta ahora habían regido en el sistema capitalista? Quizás, ¿aluden a la crisis de representatividad que sufren las sociedades actuales tanto occidentales como orientales? Donde el 15-M y el resto de movimientos de ocupación de los espacios públicos, no son más que la prueba de la falta de espacios donde la gente manifieste su disgusto personal y colectivo. Unas sociedades sin referentes personales ni institucionales a los que pedir unas soluciones y, por supuesto, explicaciones.

Tal vez, nos hablan de la crisis de los trabajos de cuidado, que desde los diferentes feminismos se ha venido señalando históricamente. Una crisis consecuencia de utilizar la vida al servicio del capital. Una vida que hasta ahora había sido asistida por las mujeres desde los hogares, es decir, el espacio doméstico donde se carece del poder político necesario para el cuestionamiento y el cambio del sistema. Los hogares, espacios feminizados desde dos perspectivas: una material, ya que tradicionalmente e, incluso a día de hoy, las mujeres hemos hecho los trabajos de sostenibilidad de la vida doméstica de forma no remunerada. Y otra desde una perspectiva simbólica, por qué estas tareas, que son imprescindibles para la continuidad digna de la vida de mujeres y hombres, son minusvaloradas socialmente de acuerdo con los parámetros patriarcales capitalistas.

Pero no. Esta crisis profunda, multidimensional y acumulada no existe para nuestros gobernantes, los grupos de poder globales. La CRISIS, llegó a nuestras vidas, a finales del 2007 con la quiebra del sistema financiero - "el casino global" - que constituye el núcleo duro de poder masculino y el epicentro del sistema socioeconómico vigente. Ante este estallido financiero nuestros gobernantes, muy bien adiestrados por las instituciones financieras internacionales, en vez de asegurar el bienestar y la vida digna de las personas, han dedicado sus políticas "anticrisis" a garantizar el proceso de acumulación de capital recortando los derechos sociales y de ciudadanía que tanto han costado conseguir. Así, han conseguido sacar a la superficie social el conflicto, que hasta ahora se escondía en los hogares, existente entre la lógica de la acumulación de capital, paradigma del sistema capitalista y sus políticas neoliberales y, la lógica de sostenibilidad de la vida. Pero, además, con los recortes de las políticas sociales y de los mecanismos de redistribución estamos asistiendo a una polarización social, es decir, a un proceso donde determinados colectivos que vivían en situaciones de precariedad ahora se ven abocados hacía situaciones de exclusión social. En estos procesos, el género es, sin lugar a dudas, uno de los ejes determinantes.

Pero con todo este análisis, podemos hacer dos cosas, sentarse y observar cómo empeora la situación, mientras los de siempre continúan enriqueciéndose o, por el contrario, aprovechar esta tensión social visibilizada y las grietas patentes del sistema, para cambiar y construir un nuevo paradigma social. Es tiempo de cambiar el epicentro alrededor del cual se desarrollan las sociedades y nuestras vidas. Es la hora de sustituir al capital, por la Vida. Es el momento de colectivizar la vida. La vida es de todos los seres vivos que habitamos este planeta y, entre todos, debemos garantizarla bajo las condiciones más dignas. A lo largo del último año la ciudadanía en todo el planeta, hemos construido espacios de debate, asamblearios y democráticos donde poder entre todas las personas decidir qué sociedades queremos. Es la hora de preguntarnos, ¿cuáles son nuestras necesidades reales para vivir bien? y, sobre todo, ¿cómo nos organizamos socialmente para hacer todas las vidas dignas y vivibles?

En este proceso de cambio las mujeres tenemos que alzar nuestras voces. Nosotras damos vida pero, además, a través de los trabajos de mantenimiento y de cuidado, entendiendo cuidado como el proceso de regeneración cotidiano de la vida, el aseguramiento del bienestar físico y emocional de las personas, hemos sido las columnas vertebrales de nuestras sociedades. Por ello, en este 8 de Marzo de 2012 no tenemos motivos para la celebración complaciente, pero sí mucho que decir y, por supuesto, todo por transformar!

Verònica Gisbert Gracia