por Sergi Cutillas, PACD Barcelona
Que nos podemos equivocar; un error no justifica un castigo eterno; y menos cuando quien ejerce el poder en la relación (élite económica) seguramente no ha sido sometido a las mismas condiciones o leyes que nosotras; y que además los mecanismos que generan la deuda son, en su mayor parte, ilegítimos y no tienen otro objeto que ese intento de dominación.
No paramos de oír que las deudas están
para pagarlas, que cuando uno se endeuda “ya sabe a lo que se atiene” y
que por tanto debe afrontarlas bajo cualquier situación. Esto sitúa el
estatus de la deuda en nuestra cultura cerca de lo sagrado. ¿Pero es
verdad que uno sabe a lo que se atiene cuando se endeuda? La realidad es
que no. La prueba es que nadie preveió esta crisis, ni los grandes
bancos con todos sus analistas, ni los gobernantes con todos sus
estadistas y consejeros fueron capaces de prever esta situación. A pesar
de haber hecho apuestas muy arriesgadas, con todos sus analistas y
‘magos de las finanzas’ estos bancos se pegaron un soberbio batacazo,
siendo incapaces de pagar sus deudas unos a otros… y fueron ayudados…
por nosotros.
Entonces, ¿por qué nosotros deberíamos
“saber a lo que nos atenemos” cuando nos endeudamos? En realidad la
mayoría de la gente no tiene conocimientos profundos de finanzas, ni de
economía, (ni tiene una bola de cristal en casa), que le permita saber
si los precios están sobrevalorados, si los sueldos en el futuro serán
más altos o si los tipos de interés van a subir. Por lo tanto, uno no
sabe exactamente a lo que se atiene, porque el futuro es incierto. Eso
no nos exime de toda responsabilidad, pero debería desmitificar la
sacritud de las deudas.
Partiendo de esta idea de que uno puede
cometer errores en la vida, una vez se han cometido ¿qué hacemos? Una
posible respuesta puede ser: encontrar una solución. En el caso de la
deuda, aunque ésta fuera legítima (que no lo es), si no se pudiera pagar
y el intento de pagarla creara una situación que atentara contra la
dignidad y las vidas humanas, lo aceptable sería no pagarla, o reducirla
hasta la cantidad que se pueda pagar sin esclavizar a las familias y
posibilitando el buen funcionamiento de la economía.
Al contrario de lo que acabamos de
decir, parece que la receta que se impone a los que no pagan sus deudas
(excepto a los poderosos, que son los únicos en recibir ayuda) son el
castigo inmisericorde. Esto parece un comportamiento neurótico, lleno de
rencor, reproche y culpabilidad… sentimientos todos muy poco prácticos
si lo que queremos es mejorar el funcionamiento de la economía. No
parece que arruinar en masa a millones de familias sea una manera de
llegar a esa solución que buscamos. Además de estas consideraciones, si
observamos que los poderes financieros no han tenido que afrontar sus
deudas, ni han perdido sus riquezas a pesar de los enormes agujeros que
han provocado en nuestras economías, la situación se vuelve entonces
ultrajante.
Parece obvio entonces que el objetivo es
otro. A juzgar por el resultado de lo que observamos el objetivo parece
ser la creación de una relación de dominación de quién está endeudado,
con la estrategia de “culpar a la víctima”, con argumentos entre otros
como “has vivido por encima de tus posibilidades”. Desde que existen las
sociedades autoritarias, hace ya milenios, las clases dominantes han
utilizado este tipo de mecanismos emocionales para someter a las
personas a su orden.
Estos valores como la sacritud de la
deuda, son parte de una manipulación de nuestra cultura convencional por
parte estos poderes económicos, y se difunden a través de diferentes
canales como los medios de comunicación, las estructuras políticas (p.e.
sistema educativo), y las instituciones religiosas (a pesar de que el
mensaje de estas religiones sea de misericordia y solidaridad, estos
poderes son capaces en ocasiones de manipular estos mensaje y añadir
ideas, que no existían en el origen de estas creencias, para servir a
sus objetivos de dominación), todas estas financiadas o influidas de
diferentes formas por los poderes económicos.
Pero debemos ser conscientes de que esta
relación psicosocial no es más que eso, una relación entre personas.
Debe haber dos partes para que funcione, el dominador y el dominado.
Con esto no queremos decir que el
dominado lo sea por gusto, ya que muchos nos encontramos encerrados en
contextos que nos oprimen, con situaciones diarias difíciles, que nos
llenan de miedo e incertidumbre y nos hacen no alzar mucho la voz para
que la cosa no empeore. En la mayoría de ocasiones de estas situaciones
es imposibles salir solos. Por lo tanto debemos buscar la vía para
hacerlo en compañía de aquellos que se encuentren en una situación
similar o simplemente quieran darnos su apoyo en este camino.
Recopilando, podemos partir de las siguientes ideas:
Que nos podemos equivocar; un error no justifica un castigo eterno; y menos cuando quien ejerce el poder en la relación (élite económica) seguramente no ha sido sometido a las mismas condiciones o leyes que nosotras; y que además los mecanismos que generan la deuda son, en su mayor parte, ilegítimos y no tienen otro objeto que ese intento de dominación.
Entonces, ¿por qué someternos a esa
relación social basada en el castigo y el miedo? La vida de un ser
humano es igual de valiosa a la de cualquier otro, por lo que todos
deberíamos tener los mismos derechos y las mismas obligaciones.
Actualmente una parte grande de la sociedad asume solo obligaciones y
castigos, mientras que la otra pequeña parte abusa de su condición de
poder, que dejamos que ejerza sobre nosotros gracias en gran parte al
peso de la Deuda. Por lo tanto, como dice nuestro lema: No debemos, No
pagamos! De nosotros depende.
Fuente: http://auditoriaciudadana.net/2012/12/17/la-deuda-y-el-miedo/
Fuente: http://auditoriaciudadana.net/2012/12/17/la-deuda-y-el-miedo/